El 1661 el Barón Vitelius de Astara es sentenciado a ser enterrado vivo por la Santa Inquisición de México, acusado de brujería, necromancia y otras barbaridades. Cuando muere jura vengarse de los descendientes de los inquisidores. 300 años después la maldición se corporiza en un monstruo horrible que devora los cerebros de las personas.