A finales del verano de 1944, Hitler dio la orden de arrasar Varsovia. En los cinco años anteriores, la capital polaca había sufrido un bombardeo aéreo masivo, la ocupación nazi, el levantamiento del gueto y el éxodo. Las bajas civiles y la deportación se cobraron su precio. Una metódica destrucción de la ciudad con lanzallamas y voladuras hizo desaparecer siete siglos de historia y cultura en dos meses. Liberada en enero de 1945, no era más que ruinas y desolación. El esfuerzo de reconstrucción consistió en devolver la vida a las mentes y lugares marcados por la experiencia del dolor