A finales del siglo XVI, Felipe III y sus súbditos habían intentado, y durante un largo periodo lo consiguieron, mantener a España al margen de los conflictos europeos, pero finalmente habían decidido involucrarse en la llamada Guerra de los Treinta Años. La participación española en ésta guerra se basó esencialmente en la defensa del catolicismo en el centro de Europa y sobre todo en la ayuda a la rama austriaca de los Habsburgo, enfrentada a la Francia del rey Luis XIII y al cardenal Richelieu, y con el control del mar Báltico como fondo.