Jazz, charlestón, Ley Seca, radio a todo volumen, Charles Chaplin: todo esto pasaba en los felices años veinte. Norteamérica quería olvidar rápidamente los horrores de la Primera Guerra Mundial, también Europa quería hacerlo, pero las heridas abiertas no acababan de cicatrizar. Cincuenta y seis países fueron afectados por incalculables daños causados a las ciudades, fábricas y zonas rurales, además del sufrimiento y sacrificio de la gente. Espeluznante es también el holocausto, que provoca el exterminio de millones de personas. La locura de la Segunda Guerra Mundial no tiene límites y culmina con el horror de la bomba atómica, que reduce a cenizas ciudades enteras.